Ladrillos fabricados a partir de residuos plásticos, células solares desarrolladas aprovechando el plomo de baterías de coche usadas, bioplásticos procesados a partir de desechos de la industria pesquera, aislantes acústicos elaborados con pluma procedente de la industria avícola e incluso tinta obtenida de filtrar el polvo sólido de la polución. La valorización de residuos permite convertir la basura en energía o en materia prima. En concreto, las iniciativas para dar una segunda vida a los residuos industriales están dando como resultado una nueva generación de materiales que en muchas ocasiones vuelven a alimentar a la industria. Es el caso de la bioespuma desarrollada por el Centro Tecnológico de Investigación Multisectorial (CETIM) y el Grupo Copo, ya disponible en la Materioteca de Galicia.
Primero fue el papiro, después el pergamino y finalmente llegó el papel. Mientras en toda Europa se seguía escribiendo sobre pieles de animales curtidas con cal, los chinos custodiaron en exclusiva durante 500 años el arte de la fabricación de papel, cuya creación se atribuye al eunuco Cai Lun, consejero del emperador He, en el siglo II a. de C.
La técnica entró a Europa en el siglo XI por España gracias a los árabes y la primera fábrica del continente se estableció en la localidad valenciana de Xátiva. A mediados del siglo XIX se introduce el primer proceso químico para fabricar papel a partir de pulpa de madera.
Estos procesos químicos se han ido perfeccionando a lo largo del tiempo, pero siguen siendo necesarios para la separación de la celulosa de la madera y el blanqueamiento que dan como resultado la pasta de papel. De los efluentes que se desprenden, las lejías negras –resultantes de la extracción de la lignina de la madera– son las más contaminantes.
CETIM y el Grupo Copo han trabajado juntos durante los últimos años para recuperar la lignina presente en estos residuos y valorizarla como base de una bioespuma de poliuretano que se ha incorporado a la sección de polímeros de la Materioteca de Galicia.
El proyecto que dio origen a este nuevo material buscaba alternativas sostenibles a los polioles procedentes del petróleo para la formulación de espumas de poliuretano, utilizadas de forma masiva por la industria de la automoción.
Esta bioespuma sustituye los polioles por lignina modificada procedente de las aguas residuales de la industria papelera en la misma proporción: el 50% del material final, que se completa con un 40% de isocianato y un 10% de catalizadores, recirculantes y otros componentes.
Los investigadores responsables de la formulación de este nuevo material lo han testado en piezas de automoción para comprobar que tanto en formato de espuma flexible como rígida iguala en prestaciones a la convencional. Sus tests, realizados en piezas tales como asientos, han confirmado que cumple con todos los requisitos de estabilidad, cinética y propiedades mecánicas y físicas establecidos en el sector de la automoción.
Además, aseguran que su aplicación es posible en todos los usos de las espumas de poliuretano convencionales, lo que incluye por ejemplo al sector de la construcción, en el que se utiliza para el sellado de huecos, el montaje de puertas y ventanas y como aislante.
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